Una Nueva Clase de Héroe
Las historias de héroes incluyen su viaje a la grandeza. En el camino, deben tomar decisiones cruciales que los lleven a la gloria. Cuando miramos hacia atrás en la historia, nos fascinan los momentos cruciales en la vida de estos héroes. Después de cruzar el estrecho de Helesponto hacia Asia Menor, Alejandro Magno ordenó quemar sus propios barcos. Hizo esto para evitar que su ejército se retirara, este momento con la posterior victoria sobre los persas solidificó a Alejandro como una leyenda. Trescientos años después, Julio César y su ejército cruzaron el Rubicón en el norte de Italia y dijeron la famosa frase “la suerte está echada”. Su victoria en la guerra civil que siguió le dio a César un estatus mítico, cuyo homónimo sería sinónimo de rey para siempre.
No mucho tiempo después de César, un conquistador de diferente clase se encontró en un punto crucial en Su camino al Calvario. Como Alejandro y César, Jesús también tuvo sus seguidores; sin embargo, seguir a Jesús conduciría a sus discípulos por un camino diferente hacia la gloria. En Marcos 10, somos testigos de un momento crucial a lo largo del viaje. Jesús acababa de decirles a sus discípulos por tercera vez que sufriría, moriría y resucitaría de entre los muertos. Pero sus discípulos no comprendieron completamente el significado de este sufrimiento, muerte y resurrección en ese momento. Parecían haber entendido estas palabras difíciles como una metáfora, lo que quizás signifique que el viaje de Jesús hacia la grandeza iba a ser una batalla dura, pero que el bien finalmente triunfaría. En cierto modo, los discípulos tenían parte de razón, pero no apreciaron completamente cómo sucedería esto. Podemos imaginar que sus seguidores creyeron que Jesús finalmente lograría traer su reino y que necesitaría ayuda para gobernar.
Dos de esos discípulos, Santiago y Juan (apodados hijos del trueno), le preguntaron a Jesús si cada uno podía sentarse a Su derecha y a Su izquierda en Su Gloria (Marcos 10:37). Habían entendido bien que los conquistadores de antaño siempre tenían generales y confidentes. Santiago y Juan sabían que mientras siguieran a Jesús, iban camino a la gloria con Él. Pero la respuesta de Jesús sobre la grandeza, ese día en el camino a Jerusalén, cambió la trayectoria de la idea de héroe que tenían sus seguidores. Él explicó: “Como ustedes saben, los que se consideran jefes de las naciones oprimen a los súbditos, y los altos oficiales abusan de su autoridad. Pero entre ustedes no debe ser así. Al contrario, el que quiera hacerse grande entre ustedes deberá ser su servidor, y el que quiera ser el primero deberá ser esclavo de todos. Porque ni aun el Hijo del hombre vino para que le sirvan, sino para servir y para dar su vida en rescate por muchos.” (Marcos 10:42-45).
Jesús compartió con sus discípulos de entonces, y con aquellos que lo seguirían más tarde, que el camino a la cruz no era solo un capítulo difícil en un gran viaje que llevaría a un final feliz. Sino más bien, que la cruz fue la forma de poner de cabeza el poder y la autoridad mundano. El reino de Dios era un reino al revés. El camino a la grandeza no era lo que Santiago y Juan esperaban ni lo que querían. Jesús definió la grandeza como sacrificio propio.
Su último sacrificio personal en la cruz fue representando constantemente en su vida cotidiana. Un ejemplo familiar es Jesús lavando los pies de sus discípulos en la cena de Pascua. El Rey de Reyes y Señor de Señores, quién afirmó tener todo poder en el cielo y en la tierra, pasó Su última noche en la tierra ministrando y sirviendo a Sus discípulos. Él no había venido a ser servido sino a servir. Estas no fueron enseñanzas impartidas por un conquistador sentado en un trono de oro. Estas fueron enseñanzas que emanaron de una postura de humildad, vivida en la escena pública.
El historiador Tom Holland (que no dice ser cristiano) escribió en su historia reciente de la cristiandad y su relación con los valores liberales occidentales, que había llegado a comprender que no vivía en el mundo de Julio César, que mató y esclavizó a millones en su deseo de gloria y triunfo. Holland afirma que el deseo de gloria en la comprensión clásica era: “para los más grandes de los grandes: para los vencedores, héroes y reyes, Su medida era el poder de torturar a los enemigos, no de sufrirlo, por uno mismo”[1]. Holland reconoce que Jesucristo redefinió para el mundo este concepto tradicional de héroe. La cristiandad usa palabras como “servidor público” y “primer ministro” para articular el papel de líderes para su pueblo. Gracias a Jesús, ahora reconocemos héroes como aquellos que sacrifican sus vidas o intereses personales por una causa mayor.
Esta idea ha calado incluso en la cultura popular, esperamos que nuestros héroes muestren alguna forma de autosacrificio. Marvel Entertainment y su cuadro de superhéroes han ganado más de 28 mil millones de dólares en taquilla. Las historias de Marvel no siguen el ejemplo de Alejandro Magno o Julio César, sino que demuestran un heroísmo más abnegado. Por ejemplo, Thor de Marvel está más cerca de uno de esos “hijos del Trueno” en el Evangelio, que del dios del trueno en la mitología nórdica. El protagonista que vive y muere por los demás ha capturado la imaginación de innumerables autores y aún hoy cautiva al público. De manera similar, Frodo es héroe en El Señor de los Anillos no porque sea superior en fuerza, sino por su voluntad de ir a los mismos fuegos del Monte del Destino para salvar la Tierra Media.
El heroísmo de Jesús adquiere otro nivel de profundo significado porque reemplazó la crueldad con el amor y el orgullo con la mansedumbre. Eligió el servicio sobre la dominación. El viaje a la cruz fue heroico y, en su heroísmo, cambió nuestra comprensión de lo que realmente es la grandeza. El héroe no es el poderoso que vence a sus enemigos: el héroe es el que da su vida por su amigo. Este amor sacrificial es lo que motiva nuestro servicio cristiano.
Isaac Gilmore es Pastor Principal de Crosspoint Church of the Nazarene en Madison, Wisconsin, EE.UU.