Las Obras de Misericordia Como Medios de Gracia
Era un domingo por la mañana en el norte de Escocia. La vibrante y creciente iglesia que Maggie y yo pastoreábamos en ese momento estaba situada en un área suburbana de clase media y trabajadora de la ciudad. Justo antes del primer servicio de adoración del día, mientras la congregación se estaba reuniendo y el habitual murmullo de anticipación que precedía a la adoración aumentaba, yo estaba en la sala de oración, orando con el equipo de adoración.
Mientras orábamos pude escuchar fuertes y profundos sollozos y llanto proveniente del exterior de la sala, en el vestíbulo de la iglesia. Fue inquietante escucharlo y todos se dieron cuenta de que algo grave estaba sucediendo. Le pedí a mi equipo que continuara el tiempo de oración y me acerqué para inspeccionar la situación.
En el vestíbulo vi a una joven a quien nunca había visto antes, llorando profundamente en el hombro de una líder de nuestra iglesia, que la sostenía. Entonces escuché la historia. Esa mañana, esta mujer había perdido trágicamente a su abuelo. Se había quitado la vida en la casa de su familia y fue descubierto por su desconsolada esposa. Toda la familia quedó conmocionada y devastada.
Entonces, la joven me dijo esto: “No sabíamos qué hacer. Alguien llamó a la policía, pero yo corrí hasta aquí en busca de ayuda, porque sé que esta es la iglesia que ama a la gente. Todo el mundo en esta zona lo sabe”. La consolamos, oramos con ella, le dimos un poco de té y la líder de la iglesia que la había recibido se quedó con ella mientras yo dirigía el servicio. Ella permaneció en la iglesia durante todo el servicio.
Mas tarde fui a la casa de la familia para consolar a la afligida esposa, a su familia y hablar sobre los preparativos del funeral. Toda la familia se había reunido y la casa estaba llena. Entonces la mujer que había venido a la iglesia me pidió que compartiera con su familia lo que yo había dicho sobre Jesús en mi “charla” en la iglesia. Compartí lo mejor que pude la base del sermón de esa mañana y sentí muy claramente la gracia y la paz de Jesús con nosotros en la sala.
Esta experiencia trágica llevó a toda la familia y a la iglesia a formar una relación profunda. Se convirtieron en asistente habituales. Algunos se convirtieron en miembros. Hice bautismos, dedicatorias, realicé bodas y dirigí funerales para ellos. Jesús estaba obrando entre ellos, y todo esto sucedió porque la comunidad a la servimos sabía que nuestra iglesia amaba a las personas. Todos en la zona lo sabían.
Cuando pienso en las obras de misericordia como medios de gracia, esta historia y otras similares me recuerdan cómo es realmente la gracia de Dios. Mostrar amor, visitar a los enfermos, visitar a los que están en prisión, alimentar a los hambrientos y dar generosamente para las necesidades de los demás no son sólo las buenas obras que el pueblo de Dios hace porque deberíamos hacerlo; son los mismos medios por los cuales las personas ven y experimentan de maneras tangibles la gracia de Dios que puede conducir a salvación y transformación.
Vivir estos medios de gracia, además de buscar la justicia, oponerse a la opresión y resistir la discriminación, no se trata sólo de que la iglesia experimente el amor de Dios por nosotros mismos, sino que lo soportemos, lo llevemos al mundo y compartamos su realidad con los demás. John Wesley creía que la fe cristina que comienza en el corazón santificado de un creyente siempre debería derramarse en un desbordamiento santo hacia un mundo que necesita desesperadamente a Jesús; difundir el amor, la santidad y la misericordia como medios visible de la gracia y la presencia encarnada de Dios.
Durante los últimos cuatro años, como director regional de Eurasia, he sido testigo de muchos casos en los que el pueblo de Dios vive los medios de gracia en toda nuestra región en lugares de guerra, persecución, discriminación e incluso un creciente secularismo y escepticismo hacia la iglesia. He visto el poder de la misericordia de Dios cambiar vidas y comunidades enteras. Los nazarenos han ido a lugares difíciles e incluso peligrosos para servir a la gente satisfaciendo sus necesidades básicas, como comida y ropa, además de extender amor , justicia y misericordia. A través de su sacrificio, la gracia de Dios ha sido maravillosamente clara y la transformación que estos actos de bondad provocan ha sido maravillosamente real. El evangelio ha sido predicado en palabra y obra y la gracia de Jesús se derramó sobre muchos.
Por lo tanto, cuando pensamos en lo que significa ser personas que muestran misericordia y que manifiestan gracia, oro para que siempre seamos identificados como la iglesia que ama a las personas . . . y que todos lo saben.
Jim Richie es director de Misiones Globales.