Ana

El nombre Ana tiene un significado importante para mí. No solo es el nombre que mi esposo y yo elegimos para nuestra hija, sino que también pertenece a una mujer entrañable e inspiradora en la Biblia. La historia de Ana en las Escrituras, es una historia de profundo anhelo, oración ferviente y entrega total. Y tanto a través de mi propia Ana, como de la Ana bíblica, estoy aprendiendo una lección poderosa: cómo dejar ir.
La historia de Ana en 1 Samuel comienza con una angustia. Ella anhelaba un hijo, pero enfrentó años de esterilidad y profunda tristeza. En su desesperación, ella oró con tanta intensidad que el sacerdote Elí pensó que estaba borracha (1 Samuel 1:12-16). Pero su oración no fue solo una súplica por un niño, fue un acto de entrega. Ella hizo un voto: si Dios le daba un hijo, ella lo dedicaría por completo al servicio del Señor, renunciando a lo que más anhelaba.
Este tipo de oración probablemente sea familiar para muchos: en un momento de crisis o un momento de desesperación, no es raro que hagamos grandes promesas a Dios, ¡si tan solo él llena el espacio en blanco de lo que tanto anhelamos! Pero cuando Dios respondió la oración de Ana, ella cumplió su promesa. Ella trajo a un Samuel muy joven (probablemente cerca de la edad que mi propia Ana tiene ahora) al templo y lo entregó al cuidado de Dios, sabiendo que el propósito de su vida era mucho mayor que lo que ella podía orquestar por sí sola. Ella lo dejó ir.
La increíble confianza de Ana en el Señor resuena conmigo. Mientras exploro las opciones de preescolar para mi Ana, el pensamiento de dejarla ese primer día ya me trae lágrimas a los ojos. Extraño a mis hijos cuando estoy lejos de ellos casi cualquier período de tiempo: un día en la oficina, durante un evento de mujeres en la iglesia, etc. No puedo esperar para verlos cuando llego a casa. Según las Escrituras, es posible que Ana haya visto a Samuel solo una vez al año, cuando ella y su esposo (Elcaná) iban al templo para el sacrificio anual (1 Samuel 2:19). Su confianza en el Señor fue notable; saber que su dulce hijo estaba a salvo y en las mejores manos, incluso estando lejos de ella la mayor parte de su vida. Renunciar a Samuel debe haber sido emocionalmente inimaginable para Ana. Me pregunto si Elí sintió su anhelo cuando ella visitaba a su hijo, trayéndole túnicas pequeñas, mientras que él le pedía al Señor que le diera a Ana y Elcaná más hijos para que tomaran el lugar del hijo que ellos dedicaron (1 Samuel 2:20). Lo que es interesante es que las Escrituras nos dice que Ana tuvo más hijos: tres hijos más y dos hijas. Aunque seguramente fueron una bendición para su madre, Samuel es el único hijo que conocemos por su nombre, al que ella dedicó por completo al Señor. Él se convirtió en un profeta y líder poderoso en Israel, ungiendo reyes y dando forma a la historia. Cuando le damos a Dios, él nos bendice más allá de lo que podemos comprender.
Dios le ha dado a las madres una capacidad única para criar y cuidar a sus hijos, sin embargo, la historia de Ana nos recuerda que el control a menudo es una ilusión. Solo imagine lo que podría haber sido diferente si ella hubiera decidido quedarse con Samuel en casa. Cuando nos aferramos demasiado fuerte, nos arriesgamos a sofocar lo que amamos en lugar de permitir que florezca. Nos consumimos por la preocupación, tenemos miedo de lo que podría suceder si dejamos de aferrarnos. Pero cuando liberamos el control, la paz de Dios que sobrepasa la comprensión nos inunda a nosotros.
Esto me recuerda que todo lo que le confío a Dios nunca se pierde. De hecho, tiene mayor oportunidad para prosperar. Los planes de Dios siempre son mejores que los nuestros y "estoy seguro de que él tiene poder para guardar hasta aquel día lo que le he confiado" (2 Timoteo 1:12).
Mientras veo a mi propia Ana crecer (mucho más rápido de lo que nunca imaginé posible), me recuerdo diariamente que debo seguir dejando ir. Para confiar. Para rendirme. Estoy tan agradecida con Dios por haberme hecho su mamá, pero así como la Ana bíblica lo sabía, yo tengo que recordar que lo mejor que puedo hacer por ella es ponerla en las manos de Aquel que la ama incluso más que yo.