¿Por qué Dios se hizo hombre?
El milagro y la gloria de la Navidad fue la maravillosa condescendencia de Dios al hacerse hombre. “Grande es el misterio de nuestra fe: Dios fue manifestado en carne” (1 Timoteo 3:16).
Esta verdad, aceptada por la razón, es la clave que abre el evangelio. Jesús no fue un hombre que se hizo Dios; fue Dios revelado en personalidad humana. “Porque a Dios le agradó habitar en él con toda su plenitud, y por medio de él, reconciliar consigo todas las cosas” (Colosenses 1:19-20, NVI).
“¿Cur deus homo?” fue la gran pregunta que desafió a la Iglesia durante siglos. “¿Por qué Dios se hizo hombre?”
El Credo confesó: “Por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación”.
1. En primer lugar, Dios se hizo hombre para revelarse verdaderamente a nosotros. En Jesús nos ha revelado su corazón. Cualquiera que haya visto a Jesús con el ojo de la fe ha visto a Dios (Juan 14:9-11).
Al mirar con nostalgia la fotografía de su padre en la guerra, una niña pequeña le dijo a su madre: “¡Ojalá papá saliera de la fotografía y me hablara!”.
Ese es el significado preciso de la Navidad: Dios ha salido del marco del cosmos y en su Hijo nos ha hablado su Palabra reveladora y salvadora (Hebreos 1:1-3).
Lo que Dios es en su ser infinito puede estar siempre más allá de nosotros. Pero lo que es en su verdadera naturaleza sí lo sabemos: Él es el Dios semejante a Cristo. En Cristo vemos la humanidad de Dios.
2. Además, Dios se hizo hombre para entrar con simpatía en nuestra condición humana.
La Epístola a los Hebreos nos asegura que, debido a la Encarnación, ahora tenemos a Uno dentro de la Deidad ¡que es uno de nosotros!. Uno que, exceptuando solo el pecado, se ha vuelto en todo como nosotros en nuestras debilidades y tentaciones (2:14; 4:14-16).
Con reverencia concluimos que la Encarnación, de alguna manera maravillosa pero real, abrió una dimensión nueva y más profunda de simpatía y socorro divinos para nosotros, mortales tentados y en apuros. Desde dentro de nuestra humanidad, el Hijo de Dios ahora intercede por nosotros, mientras que el Espíritu que Él ha enviado para morar dentro de nosotros intercede “con gemidos indecibles”. Con San Pablo decimos triunfalmente: “Si Dios está por nosotros, ¿quién estará contra nosotros?”.
3. Supremamente, Dios se hizo hombre para redimirnos de nuestro estado caído. Creados a imagen de Dios, por la Caída nos hemos convertido en peones de Satanás, el pecado y la muerte. Pero el Hijo de Dios encarnado, por su muerte y resurrección, ha atado a Satanás y destruido el pecado y la muerte, y por su ascensión y el don del Espíritu Santo ¡está despojando la casa del hombre fuerte en la gloriosa manifestación de su poder salvador!.
Para citar nuevamente a Hebreos: “Pero todavía no vemos que todo esté sometido a él.
“Sin embargo, vemos a Jesús, quien fue hecho un poco menor a los ángeles, coronado de gloria y de honra, por haber padecido la muerte. Así, por la gracia de Dios, la muerte que él sufrió resulta en beneficio de todos”.
“En efecto, a fin de llevar a muchos hijos a la gloria, convenía que Dios, para quien y por medio de quien todo existe, perfeccionara mediante el sufrimiento al autor de la salvación de ellos”.
“Tanto el que santifica como los que son santificados tienen un mismo origen, por lo cual Jesús no se avergüenza de llamarlos hermanos” (2:8-11, NVI).
¿Por qué Dios se hizo hombre? ¡Para que seamos uno con Él, para siempre!
Herald of Holiness, 15 de diciembre de 1983