Los Frutos del Reino
Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador.
Todo pámpano que en mí no lleva fruto, lo quitará; y todo
aquel que lleva fruto, lo limpiará, para que lleve más fruto. (Juan15:1-2)
Jesús enseñó acerca del principio de dar frutos en el cumplimiento de la misión. La ilustración de la vid fue un ejemplo práctico que sus oyentes podían comprender en su contexto, el fenómeno de cómo la planta podría dar más frutos por medio de un proceso de podar o limpiar la vid. Jesús quería asegurarse de que sus seguidores tuvieran una comprensión clara sobre la importancia de dar frutos para el reino.
Jesús enfatizó a sus discípulos lo esencial en dar frutos: “En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto, y seáis así mis discípulos”. El Padre espera que los discípulos de Jesús den frutos. La vida de los discípulos debe ser acompañada de las características del reino de dar frutos “dignos de arrepentimiento”. (Juan 15:8)
Los discípulos deben ser conocidos por la clase de frutos que dan en sus vidas y ministerios. En la parábola del sembrador Jesús usa esta analogía para dar por sentado la importancia de dar frutos en abundancia y que permanezcan: Pero parte cayó en buena tierra, y dio fruto, cuál a ciento, cuál a sesenta, y cuál a treinta por uno. (Mateo 13:8) Jesús maldijo a la higuera por tener solo la apariencia de fruto: “Por la mañana, volviendo a la ciudad, tuvo hambre. Y viendo una higuera cerca del camino, vino a ella, y no halló nada en ella, sino hojas solamente; y le dijo: Nunca jamás nazca de ti fruto. Y luego se secó la higuera”. (Mateo 21:18-19)
Jesús enseñó otra parábola para acentuar la importancia de dar frutos en el reino. La parábola ilustra que quienes sirven en el reino deben dar frutos de los dones que él da:
Porque el reino de los cielos es como un hombre que yéndose
lejos, llamó a sus siervos y les entregó sus bienes. A uno dio cinco talentos, y a otro dos, y a otro uno, a cada uno conforme a su capacidad; y luego se fue lejos. Y el que
había recibido cinco talentos fue y negoció con ellos, y ganó otros cinco talentos. Asimismo, el que había recibido dos, ganó también otros dos. Pero el que había recibido uno fue y cavó en la tierra, y escondió el dinero de su señor. (Mateo 25:14-18)
Es evidente que Jesús modeló y ensenó que el reino de Dios consiste en dar frutos de arrepentimiento y frutos del trabajo en el quehacer de la misión. La vida y enseñanzas de los apóstoles también hablan de la importancia de dar frutos para el reino.
Pablo también habla de que el evangelio produce fruto cuando llega a la vida de las personas: “...la palabra verdadera del evangelio, que ha llegado hasta vosotros, así como a todo el mundo, y lleva fruto y crece también en vosotros, desde el día que oísteis y conocisteis la gracia de Dios en verdad”. (Colosenses 1:5b-6)
El apóstol Pedro escribe acerca de la importancia de dar frutos, mencionando una serie de virtudes como frutos: “Porque si estas cosas están en vosotros, y abundan, no os dejarán estar ociosos ni sin fruto en cuanto al conocimiento de nuestro Señor Jesucristo”. (1 Pedro 1:8)
Los siervos y siervas de Dios que han vivido bajo el principio de dar frutos han dejado sus legados en las vidas de las personas que han sido impactadas a través de sus ministerios fructíferos. Las comunidades donde han servido dan testimonio de los frutos del reino.
Roberto Hodgson, Director de Ministerios Multicultural