Un Misericordioso Salvador
Todo ser humano es culpable ante Dios por su pecado y no puede huir de esta culpa y condenación. Cada uno de nosotros estaba destinado a la muerte, pero a través de nuestra fe en la intervención misericordiosa del Hijo de Dios que tomó nuestros pecados sobre Él, podemos ser salvos. En la cruz fuimos rescatados y redimidos, liberados de la esclavitud del pecado.
Uno de los aspectos más difíciles de ser humano es confrontar nuestras propias fallas. La tendencia innata a ocultar nuestro pecado comenzó con nuestros primeros padres. En el Paraíso, Adán y Eva intentaron esconderse entre los árboles después de su caída. Ellos estaban escondidos mientras Dios los llama: “¿Dónde estás”? (Génesis 3:9). Estando desnudos trataron de cubrir sus cuerpos con hojas de higuera. A partir de entonces, trataron de culparse mutuamente por su pecado. El hombre dijo: La mujer que me diste por compañera me dio de ese fruto, y yo lo comí. La mujer respondió: “La serpiente me engañó, y comí”.
La actitud de no asumir la propia culpa es muy común y evidente en todo ser humano, incluso en la primera infancia. Los niños frecuentemente esconden sus faltas cuando son descubiertos. El pecado dentro del corazón humano es una mancha difícil de aceptar. Es fácil ver los errores de otra persona mientras nos conformamos con los nuestros. ¿Cómo podemos deshacernos de esta carga? Por mucho que tratemos de ocultar nuestro propio pecado, nunca podremos deshacernos de nuestra culpa.
La autojustificación lleva a algunas personas a intentar escapar de la responsabilidad de sus propios errores a través de muchas líneas de razonamiento. Mientras que algunos ocultan sus pecados por un período de tiempo, los cristianos entienden que habrá un día en que todos nuestros pecados serán totalmente expuestos ante el trono de Dios. Solo Dios puede proveer la solución y la cura para el pecado, que es el perdón a través de la justificación de Cristo en la cruz.
Según la Biblia, la justificación (en griego: dikaiosis) es el acto de absolver, perdonar o declarar justo. Es un término forense usado en los tribunales que ilustra a Dios como el juez de todos. A través de la justificación, Dios perdona completamente el pecado y lava la culpa.
La base de la justificación es la obra que Cristo hizo en la cruz, la cual fue perfecta, cumpliendo con los requisitos que Dios mismo estableció en Su santidad. El precio fue “la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin defecto” (1 Pedro 1:19).
Más allá de borrar nuestras culpas y perdonar nuestro pecado, la obra realizada por Cristo también nos lleva de vuelta al Padre. De acuerdo con Willian Barclay, “ser justificado es entrar en una nueva relación con Dios, una relación de amor, confianza y amistad, en lugar de una relación de distancia, enemistad y temor”.[1]
Es imposible negar que todo el mundo necesita el perdón de Dios. Es por eso que Jesucristo vino a este mundo, para salvar a los pecadores. En su ministerio terrenal, Jesús realizó muchos milagros: sanó a ciegos, leprosos, paralíticos y personas aquejadas de diversas enfermedades. No solo sanó físicamente a muchas personas, sino que también hizo declaraciones como “tu fe te ha salvado” (Lucas 7:50) y “tus pecados te son perdonados” (Mateo 9:2). Declaraciones como estas revelan una autoridad que pertenece solo a Dios. La justificación es un acto jurídico que solo Él puede concebir. Es el acto misericordioso y soberano de Dios ofrecido al pecador, quien es indigno y no merecedor de tal favor divino.
Uno de los momentos más gloriosos del Evangelio es la escena de la cruz, el acto completo de redención que cambia la condición espiritual humana. A ambos lados de Jesús, también fueron crucificados dos ladrones. Jesús era inocente y no merecía estar en la cruz, pero estos hombres a su lado aparentemente si. No hay referencias sobre sus delitos específicos, pero la muerte por crucifixión no se utilizó para infracciones leves. Ciertamente habían cometido delitos graves. Inicialmente, ambos malhechores se unieron a la multitud para insultar a Jesús. Sin embargo, con el paso del tiempo y viendo sus reacciones, uno de esos malhechores reconoció la justicia presente en el Señor Jesús. Él suplicó: “Señor acuérdate de mi cuando vengas en Tu reino (Lucas 23:42). Convencido por el Espíritu Santo, ese hombre tomó la decisión correcta en los últimos momentos de su vida.
No hubo tiempo para que este hombre fuera bautizado, para ir a la iglesia, ni siguiera para hacer buenas obras. Lo único que hizo fue volverse a la Persona correcta. Estaba sufriendo y sangrando junto al Salvador cuando levantó la voz suplicando: “Señor acuérdate de mí”. Jesús respondió: “Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 23:43).
¿Qué pasó con ese malhechor en los momentos finales de su vida? ¡Él fue justificado por el Hijo de Dios! El recibió el perdón de sus pecados y, de repente, su condición cambió. Estaba muerto en su pecado, camino al infierno, y luego, por la palabra de Cristo, su destino cambió hacia el cielo. Solo Dios puede justificar nuestro pecado, solo Jesús tiene esta autoridad. Su perdón al pecador en la cruz mostró claramente Su papel como Redentor, “El Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo” (Juan 1:29) y Su papel como el “juez de vivos y muertos” (Hechos 10:42; Hechos 17:31; Juan 5:27).
La vida del hombre colgado en la cruz junto a Jesús cambió radicalmente. Todavía hoy, los que escuchan la Palabra de Dios son tocados por el Espíritu Santo. Este es un misterio asombroso. Cualquier persona que escucha la Palabra de Dios puede experimentar esta convicción del Espíritu Santo y puede volverse hacia el Señor.
Como pastor he escuchado muchas expresiones de fe de quienes desean bautizarse: “He decidido entregar mi vida por completo a Dios”; “Estoy cansado de hacer daño a las personas que me aman. De ahora en adelante quiero servir a Dios”; “Me gustaría dar un paso adelante en mi vida espiritual. Dios me está hablando de muchas maneras. Después de escuchar la Palabra de Dios, tomé la decisión de seguir a Jesucristo”.
A través de la acción de la gracia de Dios, cada persona tiene la oportunidad de recibir este gran regalo y comenzar una nueva vida en Cristo.
Flavio Valvassoura es pastor principal de la Iglesia del Nazareno Central de Campinas, en Sao Pablo, Brasil.
Holiness Today, noviembre/diciembre 2020
Materiales de Consulta:
Wiley, H. Orton. Introdução à Teologia Cristã. (Introducción a la Teología Cristiana) Adapted by Paul T. Culbertson. São Paulo: Nazarene House of Publications, 1990.
Shedd, Russell. Escatologia do Novo Testamento. (Escatología del Nuevo Testamento) 3rd Edition. São Paulo: Vida Nova, 2006.
[1] William Barclay, The New Daily Study Bible: The Letter to the Romans, Revised Edition (La Nueva Biblia de Estudio Diario: La Carta a los Romanos, Edición Revisada) (Louisville: Westminster John Knox Press, 1975), 27.