¡Cosas en las que pienso!

¡Cosas en las que pienso!

¡Cosas en las que pienso!

Mientras viajo para estar con la iglesia en varias partes del mundo, he desarrollado una tradición de llevar un diario que llamo: “Cosas en las que pienso” con respecto a la iglesia.

¡En mis viajes recientes a las Regiones de América del Sur y EE.UU.,[1] a menudo, al reflexionar sobre la iglesia, he meditado en Filipenses 1:3-11!

Me gusta el énfasis de Pablo en la unidad del Cuerpo de Cristo. Su oración por los creyentes filipenses revela que el pueblo de Dios está unido y todos son participantes de la gracia de Dios y del evangelio. Como un  solo Cuerpo de Cristo, tenemos comunión unos con otros y participamos en la misión de Dios entre nosotros y con nuestro Señor Jesucristo. La iglesia es un pueblo enviado a encarnar el evangelio de Jesucristo en el mundo. Estas ideas dominan cómo veo y oro por la iglesia en todos los lugares a los que viajo.

Durante los últimos meses de 2021 y principios del 2022 viajé a la región Sudamérica. Para varios distritos esta fue la primera vez que los miembros del distrito pudieron reunirse en persona después de una temporada larga y difícil durante la pandemia de COVID-19- ¡Los participantes de estas reuniones llegaron con sentimientos encontrados! Por un lado, hubo una gran celebración por las cosas nuevas que el Señor había hecho y estaba haciendo en medio de ellos; Él proveyó protección, sanidad, nuevos convertidos, nuevos miembros, nuevas iglesias, muchas personas que respondieron al llamado de Dios al ministerio de tiempo completo y más. Por otro lado, hubo un tiempo de lamento al recordar a quienes fallecieron a causa de la pandemia, y lamento por los males sociales, políticos y económicos.

La postura de Pablo sobre orar con gozo me llamó la atención, y me encontré haciéndome la siguiente pregunta: “¿Qué me da gozo acerca de la iglesia hoy?” Creo que el gozo de Pablo y el nuestro están enraizados en nuestra confianza en Dios. “Estoy convencido de esto: el que comenzó tan buena obra en ustedes la irá perfeccionando hasta el día de Cristo Jesús” (Filipenses 1:6).

Mientras estuve en Perú, presidí cinco asambleas de distrito y cinco servicios de ordenación, además de ser invitado a hablar en varias iglesias locales. Dediqué tres niños y disfruté la oportunidad de conocer y animar a todos los misioneros nazarenos que sirven en Perú.

Perú es una de las naciones más golpeadas por el COVID-19. En noviembre de 2021, tenía la tasa de mortalidad por COVID más alta, en proporción a la población en el mundo. En el Distrito Perú Norte el Superintendente Distrital Marcial Banda Rafael informó que fallecieron por la pandemia 218 miembros y ocho pastores. En medio de todos estos desafíos, el distrito también reportó 1173 conversiones, 430 bautismos y 510 nuevos nazarenos. La iglesia estaba afligida, pero al mismo tiempo celebraba la presencia fiel de Dios con Su pueblo en todas las etapas de la vida. Una y otra vez, escuché a las personas decir: “Esta ha sido una etapa difícil e inexplicable de la vida, pero aún así, nunca nos sentimos solos: la presencia del Señor estuvo y está con Su iglesia”.

En todas las reuniones, el tema común fue la gratitud al Señor por Su mano sobre la iglesia durante la temporada de pandemia de COVID-19. La iglesia estaba unida en adoración y celebración. Se recordó a aquellos que habían ido a casa y oramos por sus familias y congregaciones. Varias iglesias informaron nuevas conversiones y bautismos, resultado directo de los servicios en línea/virtuales y la participación de la iglesia en la comunidad.

Durante mis viajes, también tuve el privilegio de ordenar a más de 250 ministros en la Región de América del Sur. Además de abril a agosto de 2022, ordené a más de 50 ministros de la Región de EE. UU./Canadá.

Cuando participo en conversaciones acerca de la iglesia, a menudo pienso en la oración de Pablo en Filipenses 1:9-10: “Esto es o que pido en oración: que el amor de ustedes abunde cada vez más en conocimiento y en buen juicio, para que disciernan lo que es mejor. . .”

Pablo ora para que nuestro amor sea impregnado con un conocimiento que está más allá de la información intelectual. Que podamos abrazar esta bendición para profundizar en nuestro discernimiento y conocimiento de la dirección y presencia de Dios, mientras permanecemos y caminamos en una relación íntima con Cristo. Conocer a Dios es mucho más que conocer conceptos o ideas acerca de Dios; significa entrar y vivir en una relación íntima con Dios.

Dean Fleming escribe: “El amor sin conocimiento ni perspicacia puede ser permisivo y moralmente débil. El amor ‘ciego’ puede resultar en malos juicios morales o conducta egoísta. Pablo no está orando tanto por un amor más intenso como por un amor más inteligente. Él desea para sus amigos filipenses un amor que evidencia un conocimiento experiencial genuino de Dios y un patrón de decisiones morales que estén de acuerdo con la voluntad de Dios”.[2]

A través de la obra santificadora de Dios en nuestras vidas, las intenciones de nuestro corazón se purifican y se dirigen hacia la voluntad de Dios, lo que lleva a la madurez cristiana. Bien lo dice Diane Leclerc: “A la santificación debe seguirle una madurez creciente. La parte del ser humano en esta santificación es la consagración o devoción. Dios es el que hace la purificación, primero de las intenciones y luego de la vida que se vive a partir de estas intenciones”.[3]

Mi oración es que la iglesia continúe siendo purificada y crezca en madurez aquí y ahora, lo cual es alcanzable en esta vida y esencial para convertirse en evangelio para el mundo.

¡Estos son solo algunos pensamientos que pasan por mi mente mientras viajo, ministro y participo en conversaciones sobre la fe y la vida de la iglesia!

Fili Chambo es Superintendente General de la Iglesia del Nazareno.

 

[1] Mis responsabilidades jurisdiccionales actuales incluyen la región de América del Sur y las cedes de las univsersidades MNU y NNU en la región de EE. UU./Canadá.

[2] Dean Flemming, Filipenses: un comentario en la tradición wesleyana (Kansas City: Beacon Hill Press, 2009), 57.

[3] Diane Leclerc, Descubriendo la santidad cristiana: El corazón de la teología wesleyana de la Santidad (Kansas City: Beacon Hill Press, 2010), 205.

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