Reunidos para Adorar y Construir el Templo: Una Gracia Unificadora

Reunidos para Adorar y Construir el Templo: Una Gracia Unificadora

En esencia, la adoración no se trata principalmente del ritual y la liturgia, sino de reunirse, reunirse como pueblo de Dios, formar una identidad común y unirse en torno al propósito divino. A lo largo de la historia, el impulso humano de adorar se ha aprovechado para superar barreras de conocimiento, discernir la verdad y unir a las personas para que perseveren y prosperen. Ya sea en templos antiguos, reuniones en aldeas africanas, sociedades wesleyanas o santuarios digitales modernos, la adoración es el don de unidad del Espíritu y el instrumento de la iglesia para la misión.

El Antiguo Testamento muestra cómo Dios reunió a las personas en torno a leyes y liturgias. Estas no fueron demandas arbitrarias de una deidad narcisista, sino expresiones de amor que preservaron la vida y pusieron fin a prácticas destructivas, como el sacrificio de niños. La prueba para Abraham y la liberación para Isaac revelan que la ley de Dios servía a la vida, no a la muerte. Reunirse para la adoración significaba aprender a ofrecerse de manera sacrificial por los demás. La construcción de templos, las fiestas y las peregrinaciones, dieron forma a un pueblo llamado a la santidad y la justicia. La Adoración reunió a las personas para construir personas, no solo edificios.

En Cristo, el templo se vuelve orgánico. Él es el templo de todos los templos, el cumplimiento del impulso intrínseco de la humanidad de reunir y construir (cualidades innatas de la imago Dei). A través de Él, la adoración se mueve desde el ladrillo y el mortero al cuerpo de Cristo, donde mora el Espíritu de Dios (Efesios 2:19-22). El llamado a reunirse (ecclesia) se convierte en un llamado a servir. Jesús encarna los acueductos del amor, que llevan hacia el exterior los arroyos de agua viva, que fluyen hacia los enfermos, los aislados y los quebrantados.

La tecnología en sí misma se convierte en parte de esta imaginería del templo: las transmisiones en vivo, las redes sociales y las plataformas digitales sirven como medios de gracia y llevan verdad, oración y esperanza a través de cuarentenas y fronteras. La esencia de la iglesia sigue siendo la misma: reunirse en la presencia de Cristo y difundir la misión de Cristo.

La Adoración como Medio de Gracia

Juan Wesley entendió la adoración como un medio de gracia que siempre implicaba reunirse. Reuniones de clase, reuniones de la banda, la predicación y la Cena del Señor, eran prácticas comunitarias que convertían a los discípulos en un pueblo. En el marco de Wesley, la adoración impulsa la reunión porque la gracia se transmite comunitariamente a través de la Palabra, el sacramento, la oración y la comunión. La adoración no es una cuestión de preferencia personal, sino un acto necesario de obediencia a Dios que reúne a un pueblo santo.

Antes y después de la pandemia de COVID-19, en muchos contextos orientados al crecimiento de la iglesia, la invitación a reunirse para la adoración a menudo tomó la forma de eslóganes de marketing, e instó a los fieles potenciales a venir y experimentar a "nuestro pastor", "nuestro santuario con aire acondicionado", "nuestros ministerios de compasión" o "nuestros dinámicos programas infantiles". Estos llamados bien intencionados convirtieron gradualmente la reunión para la adoración en un producto comercial, desplazando sutilmente el foco de atención de la presencia de Dios, hacia el menú de ofertas de la iglesia.

Sin embargo, cuando rastreamos la tradición teológica y profundizamos en las Escrituras, encontramos que la reunión del pueblo de Dios siempre se centró en encontrar al Dios santo y amoroso. A lo largo de la historia, la humanidad se ha reunido en oleadas para buscar y adorar a Dios. En última instancia, reunirse para la adoración se trata de volver a centrarse, tanto individual como colectivamente, en Alguien más grande que nosotros mismos. Solo Dios es digno de nuestra adoración.

Inflexiones africanas y sudafricanas

En la cosmología africana, la identidad es comunal. El concepto de ubuntu declara que "una persona es una persona a través de otras personas". Esta idea resuena con la verdad bíblica: la humanidad está hecha a la imagen de Dios para la comunión (ver Génesis 1:26-28). En muchas partes de África, la adoración se materializa en cantos, bailes, llamamientos y respuestas, ululaciones y narraciones. Congregarnos para adorar representa ubuntu, nuestra humanidad en relación. Las iglesias están comenzando a recuperar los espacios disputados y están transformándolos en santuarios de perdón, sanidad y servicio. Cuanto más nos reunimos en torno a nuestros idiomas comunes en espacios singulares, más nuestra incomodidad nos terminará llevando a acomodarnos unos a otros fuera de la iglesia y en la sociedad. Incluso los campos abiertos, salones escolares y asentamientos informales se convierten en terreno santo cuando el Espíritu Santo habita en las personas reunidas.

Adoración en la mesa y servicio: Esperando en el Señor

La adoración siempre se ha centrado en una mesa. En la Eucaristía, Jesús se revela a sí mismo en la partición del pan (Lucas 24:30-35). Para Wesley, la Comunión frecuente era un medio principal de gracia, que nutre la fe y une a los creyentes en amor. En muchos de nuestros contextos africanos, las comidas sellan los pactos; la Eucaristía promueve la reconciliación y proclama una nueva economía de parentesco.

La adoración también nos envía al servicio. La visión que Isaías tuvo de Dios en el esplendor en el templo (ver Isaías 6) culminó en la misión: "Aquí estoy, ¡envíame a mí!" (v. 8). La iglesia de Hechos 2 se reunió en adoración, pero se dispersó en misericordia, alimentando a los pobres, sanando a los enfermos y desafiando la injusticia. En la Iglesia del Nazareno, como en muchas otras, la recolección y la distribución toma forma concreta en paquetes de alimentos, clínicas, consejería para traumas y defensa de la justicia. Reunirse para la adoración no es solo por el hecho de reunirse, sino para conectarse como un solo cuerpo en torno al servicio a los demás.

Sanando de Generación en Generación

Bíblicamente, la adoración transmite la fe a través de las generaciones (ver Deuteronomio 6; Salmo 78). En las tradiciones africanas, la narración de historias, los proverbios y el respeto por los ancianos proporcionan caminos naturales para el discipulado. Coros intergeneracionales, niños que leen las Escrituras y ancianos que ofrecen bendiciones, dan forma a una comunidad integral. En las sociedades marcadas por traumas, la adoración también se convierte en un espacio de sanidad: los salmos de lamentación, el testimonio, la unción y la intercesión restauran la dignidad y la integridad. La sanidad es tanto personal como social, y aborda heridas de adicción, desposesión y pobreza.

En toda África, las personas están en movimiento. De poco más de mil millones de personas, alrededor de 300 millones de personas tienen un teléfono inteligente. La promesa de estos dispositivos es la conexión urbana y comunitaria, pero con demasiada frecuencia la ironía es que nos estamos quedando atrapados, desplazándonos sin cesar, persiguiendo la siguiente dosis de información.

Pero lo opuesto a la adicción no es simplemente la sobriedad. Es la conexión. Una conexión profunda, auténtica y espiritualmente íntima que nos atrae a la adoración de un Salvador, que nos está salvando a cada momento de la autodestrucción.

Usted y yo fuimos creados para conectarnos con Dios, con nosotros mismos, con la naturaleza y con los demás. Cuando renunciamos a la búsqueda de experiencias falsas que estimulan la dopamina, llegamos a encontrar la salud divina y la vida abundante. Reunirnos para la adoración nos mueve más allá de buscar la sanidad. Reunirse nos coloca en la salud divina del Salvador exaltado en lo alto de la cruz.

La tragedia es que muchos de nosotros hemos reemplazado este diseño sagrado de adoración y el encuentro con el Espíritu Santo por experiencias virtuales y digitales baratas. Confundimos a los seguidores en redes sociales con una verdadera pertenencia. Estamos viviendo en una generación que confunde los encuentros sexuales casuales con la intimidad de un pacto. A la reunión en cafeterías les llamamos "comunión", pero nunca tocamos los lugares más profundos del corazón.

Edificación de Templos en el Ciberespacio

Al mismo tiempo, no podemos evitar el espacio digital en el que muchos adoran hoy. Como en todas las cosas, nuestra presencia en línea debe estar sometida al Señor para que sea efectiva. Así como los artesanos antiguos combinaron sus habilidades para los proyectos del templo, así ahora la iglesia moviliza los dones tecnológicos para construir comunidades de oración, discernimiento y  servicio en todo el mundo. En medio de crisis, pandemias, guerras y desastres climáticos, la iglesia puede reunirse digitalmente para superar la división y encarnar el amor de Cristo en nuevas formas. Sin embargo, en la medida de lo posible, reunámonos en presencia corporal y física, tal como Cristo entró en una habitación cerrada para que algunos pudieran resolver sus dudas.

La conexión real comienza donde vive la honestidad. A veces comienza con simplemente entrar en esa pequeña iglesia al final de la calle. A veces nace con el valor de la confesión, de hablar sobre nuestras dificultades y necesidades. En esos momentos de adoración genuina, descubrimos lo que nuestros dispositivos nunca pueden darnos: la conexión vivificante para la que fuimos hechos.

Oh, qué anticipo de la Gloria Divina

Cada reunión anticipa la fiesta de bodas del Cordero (ver Apocalipsis 19). En la vibrante adoración africana, la iglesia canta del futuro en el presente. La adoración es un ensayo del cielo: un pueblo multiétnico y multilingüe que está ante el trono de Dios (ver Apocalipsis 7:9). Esta esperanza escatológica nos sostiene en medio de la crisis y nos recuerda que la última palabra no pertenece a la guerra, el hambre, la enfermedad o el imperio, sino a Cristo resucitado.

Desde las antiguas pirámides hasta las sociedades wesleyanas, desde los tambores africanos hasta las transmisiones digitales en vivo, la historia es la misma: la adoración reúne a las personas, construye unidad y canaliza el amor. La iglesia no solo construye santuarios de piedra, sino también de compasión, verdad y justicia. Reunirse en adoración es convertirse en la habitación del Espíritu, un pueblo nutrido para el servicio, una familia que comparte la fe, una comunidad que sana y un anticipo del Reino. Reunirnos para adorar sigue siendo nuestra gracia unificadora hasta que la tierra misma resuene con el canto del cielo en notas de todos los idiomas. "Debemos seguir alentándonos unos a otros a ser reflexivos y hacer buenas obras. Algunas personas han dejado de congregarse para la adoración, pero nosotros no debemos hacer eso. Debemos animarnos continuamente unos a otros, sobre todo porque sabemos que el día de la venida del Señor se está acercando" (Hebreos 10:24-25).

Gabriel Benjiman es un misionero global que actualmente sirve a la iglesia como coordinador de educación superior y desarrollo de liderazgo cristiano para la Región África.

Public